Por aquellos años de la dorada juventud, la porteña y tan nuestra calle Corrientes (“La calle que nunca duerme”, al decir del poeta), resplandecía en todo su rutilante, esplendente y polícromo resplandor, luminosamente engalanada, bajo el mágico seductor embrujo nocturnal de sus parpadeantes multicolores y radiantes luminarias, marquesinas y afiches deslumbradores.
Su ámbito céntrico, cosmopolita, bullicioso y multitudinario, lograba identificarse plenamente junto al numeroso ramillete abigarrado, cordial y rumoroso de sus legendarios, acogedores históricos bares, cafetines y bodegones de alto rango, como el mitológico Café Domínguez, el antiguo Café Iglesias, el familiar Marzotto, El Nacional (bien llamado “La Catedral del Tango”) o el siempre añorado “Tango Bar”, donde se lucía, entre otros, la voz varonil, la reciedumbre y la prestancia de Julio Sosa, “El Varón del Tango”
Y allí, es esos templarios de resonancias milongueras, tallaban, noche tras noche, los rezongos quejumbrosos de los tristes bandoneones, los sollozos y arpegios afinados de los románticos violines, las nacaradas bocas armoniosas de los pianos poblando aquellas veladas bohemias inolvidables y soñadoras de la vieja calle que “nunca duerme”…con la liturgia rante, sentimental y arrabalera del tango compadrón, señor y dueño cautivador, acompasado y cadencioso, pensando en esas almas nostalgiosas, apasionadas y sensibleras la flor humulde y orillera de una diadema hechicera… la cálida y honda emoción de las dulces remembranzas…
¡Corrientes!… la calle más porteña, más representativa y emblemática de la ciudad febril, aluvional, cosmopolita… ícono, guirnalda y banderín tradicional junto al puñal del oblelisco siempre dispuesto a elevarse en llamas como un fabuloso apolo gigantesco rumbo al balcón sideral de las estrellas.
Por eso, bien supo cantarte el “Negro” Celedonio Flores en uno de sus versos más clásicos y evocadores. Y así te pintó melancólicamente… “Corrientes, la amable, la calle Corrientes de los sueños locos/los sueños ardientes/pintoresca calle/noctámbula ideal/del viejo Montmarte/del Café Domínguez y el rante Pigall… (“Tristezas”)
HÉCTOR MOLINATI