POSTALES DE TANGO, de Héctor Molinati
Nostálgicas y evocadoras postales de un tiempo y una época jamás olvidada
CARLOS DI SARLI (El señor del Tango)
Tu mano izquierda marcaba armoniosamente el pulso rítmico, inalterable y cautivador de tus magistrales interpretaciones acompasando majestuosamente la fina cadencia aletargada, cancina, melodiosa, de tu prodigioso piano confidencial, lírico, sentimental y, sobre todo, bien canyengue, bien milonguero, pero también, definitivamente, bien tanguero…
Mientras el cautivante y arrollador conjuro señorial de tu famosa orquesta, los desvelados bailarines en el salón, latían y se entrelazaban apasionadamente, corazón a corazón, de rante, sensiblera, estremecida ensoñación arrabalera, tal vez, subyugados, nostalgiosos y halagados escuchando el fabuloso preludio orquestal deslumbrado, hechicero y bien porteño de Milonguero viejo (tu primera y más querida diadema), Tinta verde (del inigualable y sin par “Chino” Agustín Bardi, Mi refugio (guirnalda perenne y señera del inolvidable Juan Carlos Cobián), Germaine, A la gran muñeca, Bahía Blanca (encendida y fervorosa declaración de entrañable amor a tu querida comarca natal)…
En verdad, Maestro, todas verdaderas, notables e imperecederas, cálidas y emotivas reminiscencias bien porteñas que, en aquellos tiempos ya tan lejanos, nos hacían soñar, emocionar y desvelar bajo el cielo infinito, esplendente y evocador de otra Buenos Aires, ya muy distante, casi perdida, más romántica, más bohemia pero sierpre, siempre, profundamente añorada…mucho más cuando el duende peregrino, soñador y milonguero de tu piano me acaricia el alma tiernamente de melancólica y dulce remembranza con un acorde bien compadre y requintado de Arolas, de Bardi o de Vicente Grecco.