BUNGE, Alejandro Ernesto(1880-1943) Personalidades de nuestra historia frecuentemente olvidadas en los manuales escolares.
Economista e ingeniero.
Autor: Ferrocarriles argentinos, La economía argentina, El Estado industrial y Comerciante y Una nueva Argentina.
Fue uno de los primeros argentinos dedicados a pensar en el país desde una perspectiva económico-social. Nacido en Buenos Aires en 1880, de una familia caracterizada por los intelectuales que la integraron, estudió Ingeniería en Sajonia y luego se dedicó a investigaciones económicas, estadísticas y demográficas. Fue, puede decirse, uno de los iniciadores del análisis de la realidad nacional a través de los elementos aportados por esas ciencias.
Desde 1914 organizó en el país la labor estadística del trabajo nacional: de esa época datan los primeros índices de precios minoristas. Fue Director de Estadística de la Nación organizando esa institución con criterio moderno. Hasta 1924, que ocupó el cargo, reordenó el material existente, aumentó la eficiencia de los servicios e incorporó series y elaboraciones estadísticas.
En 1918 fundó la Revista Economía Argentina, que dirigió hasta su muerte en 1943. En sus páginas publicó innumerables trabajos que contribuyeron a abrir nuevas perspectivas sobre el país, de una manera muy diferente a las retóricas y declamatorias vigentes hasta entonces. A su alrededor se fue formando un grupo de jóvenes economistas que continuaron con sus tareas de búsqueda e interpretación.
Perteneció a una familia que dio al país valores de mérito. Entre sus hermanos figuran magistrados y juristas – como lo fue su padre- sociólogos, como Carlos Octavio Bunge, y legisladores del talento de Augusto Bunge, enrolado en la corriente socialista.
Fue asesor del Banco de la Nación Argentina en cuestiones económicas y del Ministerio de Hacienda de la Nación. Organizó las oficinas estadísticas de las provincias de Tucumán y Mendoza.
Dedicado a la enseñanza superior, fue profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata y profesor y miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires. Se desempeñó como delegado técnico del gobierno argentino ante la Segunda Conferencia Interamericana de Washington (1920), concurrió a la Quinta Conferencia Interamericana de Santiago de Chile (1923) y como delegado plenipotenciario a la séptima Conferencia Panamericana de Lima (1938). Invitado por catorce universidades de los Estados Unidos de Norteamérica realizó una gira de conferencias donde se refirió a las consecuencias económicas de la primera guerra mundial.
En 1930 realizó una misión en Chile, presidiendo la delegación argentina designada por el gobierno del vecino país para la reorganización en el mismo de las investigaciones y encuestas económicas, así como de la estadística y censos nacionales.
Fue un propulsor del industrialismo argentino, y, aunque muchos hicieron industrias antes que él iniciara su prédica, ninguna creyó como él en el porvenir y en la necesidad de la industria nacional. Cuando en su tiempo discutían agriamente librecambistas y proteccionistas, él se inclinó por esta última posición, no porque creyera que en sí fuera la mejor, sino porque era un convencido que para la realidad argentina de la hora, ella era la que podía significar un desarrollo interno que le liberara de la tutela extranjera.
En 1924 advertía en una conferencia pronunciada en el Instituto Popular de Conferencias: “… Debemos convencernos que ésta es la última generación de importadores y estancieros. En la próxima generación, la de nuestros hijos, el predominio será de los granjeros y de los industriales. … Nuestros diez millones de habitantes, no quieren ya recibir innecesarias fruslerías en cambio de cueros y lana, quieren producir inteligentemente todo lo que necesitan, quieren dictar su comercio, quieren explotar con sabiduría y coraje las inmensas riquezas de cada una de las regiones de esta heredad argentina. No quieren que su patria siga siendo un país jornalero al servicio de otras naciones; el pueblo de esta joven República ha aprendido y trabajado ya lo bastante para establecerse por cuenta propia en su heredad nacional… “
“Una Nueva Argentina”, publicado en 1940, constituye un impresionante catálogo de las deficiencias nacionales de la época, y una coherente propuesta para revertir lo que Bunge veía como un grave y preocupante proceso de decadencia argentina. Una Nueva Argentina es un diagnóstico, pero también un programa para elaborar un país renovado.
Denunció, en dicho libro, el desequilibrio económico entre las distintas zonas del país y el latifundio. La Argentina, a juicio del Ingeniero Bunge, padece un desarrollo desigual, que explica a través de la teoría del “abanico”. Ese abanico revela cómo la densidad de la población, la capacidad económica, el nivel cultural y el nivel de vida van disminuyendo a medida que aumenta la distancia de la Capital, que es el centro.
En cuanto al problema de la tierra, decía: ”En nuestro país la tierra ha sido motivo de comercio y de especulación, teniéndose de ella un concepto crudamente comercial” Consideraba que era el momento oportuno para crear un régimen especial que facilitara el acceso a la tierra del agricultor, adoptando el principio de la función social de la tierra que hiciera posible la difusión del hogar rural en todas las regiones fértiles del país, provisto de los implementos agrícolas necesario. La financiación de esta nueva estructura se obtendría con la creación del impuesto progresivo al valor de la tierra en una sola mano.
El ingeniero Bunge fue un crítico de la sociedad tradicional, y cuando pocas voces se atrevían a impugnar las injusticias y falencias de la Argentina de los años cuarenta, su palabra se levantó para advertir a los gobernantes y a la clase dirigente que el modelo “agro-exportador” dependiente estaba agotado.
Bibliografía:
Diccionario Biográfico, Histórico y Geográfico Argentino. El Ateneo.
HYSPAMÉRICA, Presentación. ”Una Nueva Argentina”
Revista.“Todo Es Historia”. febrero 1979. Nº 141. “Diccionario de Argentinísimos”. Corbiere Emilio.