Es muy común escuchar que en las escuelas se enseñan de regular a mal. Al mismo tiempo notamos que se va restando cierta importancia a la relación de enseñanza-aprendizaje.
Uno de los argumentos menos atractivos, que se han utilizado en los últimos años, es que las escuelas son menos estimulantes, que son aburridas, o como quieran llamarlo, y no cumplen su función adecuadamente (Silberman).
Al reflexionar sobre estas palabras, se nota que toda idea general, engloba y no todo debiera caer en lo mismo. Revindicar a las escuelas, es darle un valor a los profesionales de la educación, a los alumnos que concurren a las clases y a las familias que en forma constante, brindan su tiempo en pos de sostener un edificio en condiciones o en ver a sus hijos felices, en el ámbito escolar.
No hay que ignorar la función capital ejercida por la escuela como un conjunto básico de instituciones en las sociedades industriales desarrolladas, justificando la preparación de los adultos. Esto supone considerar a las escuelas más allá de su estricto marco y relacionándolas más decididamente con las instituciones económicas y políticas que dan significado a las escuelas. Ello quiere decir que las escuelas, en general, llevan adelante lo que se supone que deben hacer, al menos en términos de proporcionar, a grandes rasgos, las disposiciones que serán funcionales o útiles en la vida ulterior de un orden social y económico complejo y estratificado.
Es sabido que en las sociedades industrializadas avanzadas, las escuelas son especialmente importantes en este sentido, siendo las distribuidoras de estos capitales culturales, jugando un papel decisivo al legitimar las categorías y formas de conocimiento. El hecho de que ciertas tradiciones y contenidos normativos sean calificadas como “conocimiento escolar”, constituye una evidencia prima facie de la legitimidad que se aprecia en ellas.
Es así que los conocimientos, tanto el manifiesto como el encubierto, que se encuentran en los ambientes escolares, y los principios de selección, organización y evaluación; constituyen opciones, dirigidas por valores dentro de un universo más extenso de posibles conocimientos. El significado latente y la configuración que hay detrás de posiciones aceptables de sentido común pueden ser sus más importantes atributos.
Las escuelas necesitan ser caracterizadas no únicamente en términos relativos a la enseñanza (o el aprendizaje), sino lo que es más importante, en términos político-económicos.
Asimismo, las discusiones acerca de la calidad de la vida educativa carecen relativamente de sentido si las “funciones específicas del sistema educativo no se reconocen”. De ser cierta, gran parte de la literatura acerca de lo que las escuelas enseñan tácitamente, sus funciones específicas pueden ser más de tipo económico que intelectual.
Hay que tener presente a las escuelas como instituciones que personifican las tradiciones colectivas y las intenciones humanas. Estas son, a su vez, productos de ideologías sociales y económicas identificables. Las formas de conocimiento (tanto las de tipo manifiesto como las de tipo oculto) con que uno se encuentra dentro de los ambientes escolares implican nociones de poder, de recursos económicos y de control social. El hecho mismo de la elección del conocimiento escolar, el de diseñar los ambientes escolares, aunque no se haga de manera consciente, se basan muchas veces en presupuestos ideológicos y económicos que dan base a los patrones de pensamiento y de acción de los docentes.
Como dijiera Gramsci, el control del conocimiento que se reservan y producen ciertos sectores de una sociedad es un factor crítico para el dominio ideológico de un grupo de personas o de una clase sobre grupos o clases menos poderosas. Respecto a esto, el papel de la escuela en la selección, preservación y transmisión del concepto de competencia, de normas ideológicas y de valores (que suelen ser solamente el “conocimiento” de ciertos grupos sociales) y que están en el currículum público y oculto de las escuelas, es bastante decisivo.
Finalmente, aislar una experiencia escolar de la totalidad compleja de la cual es parte constitutiva, supone limitarse demasiado en el análisis. El estudio de la relación entre la ideología y el conocimiento escolar es especialmente importante para comprender la colectividad social más amplia de la que todos formamos parte. Nos posibilita empezar a ver cómo una sociedad se produce, cómo perpetúa sus condiciones de existencia a través de la selección y de la transmisión de ciertos tipos de capital cultural, del que depende una sociedad industrial compleja, con sus desigualdades; y cómo mantiene la cohesión entre las clases y los individuos, mediante la propagación de ideologías que en última instancia, sancionan la organización institucional existente y que puede causar una estratificación innecesaria y desigual.
En el mes de la EDUCACIÓN, valoremos y dignifiquemos el proceso de enseñanza- aprendizaje, sus actores y su lugar, la ESCUELA.