Una tarde en el MARGOT

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El encuentro en el café Margot promediando el mes de junio fue muy emotivo. No sólo reencontré a una compañera del colegio secundario de la Escuela Superior Normal N º 8, Liliana Ravena, donde cursamos toda nuestra escuela secundaria, sino que me encontré con una verdadera artista plástica “Ravé”, del barrio de Boedo. Liliana nació hace 62 años, en la ciudad de Buenos Aires, el 9 de julio de 1952. Pasó sus primeros años con sus abuelos, hijos de italianos, sus padres y su hermano mayor, en una casa frente a la Iglesia San José de Calasanz, a metros de la esquina de las avenidas San Juan y Avenida La Plata. En esa casa también, tres veces por semana, atendía su consultorio pediátrico el tío José Vaccaro, de quien posiblemente haya heredado su vocación por la medicina pediátrica.
El abuelo materno Rafael, fue escultor de esos hermosos  frisos que se hacían en los frentes de las casas hasta los años 50 y 60 aproximadamente. Y así entre la familia, cursó el primario en la escuela pública Paula Albarracín de Sarmiento. Desde muy pequeña disfrutó del dibujo y la pintura, utilizando lápices de colores, témperas y tintas, registrándolo en fotografías, quizá por inclinación propia, por heredar del papá su reconocida fama de dibujante y colorista textil que estampaba hábilmente en las sedas distintos diseños, o quizás las dos cosas se conjugaron para que naciera ese amor por el arte a la pintura.
En la adolescencia y ya recibida de maestra en el centenario  Normal N º 8 se mudaron a una casa grande, construida sobre parte del terreno de un antiguo bar-almacén del barrio de Boedo. Y en esos años quiso estudiar  Medicina, en la UBA  recibiéndose en 1976, realizando su actividad profesional en el Hospital de Pediatría Dr. Pedro de Elizalde, durante 34 años ininterrumpidos en la Unidad de Toxicología Pediátrica de dicho hospital hasta la jubilación.
Sin embargo en el año 2001 retomó la pintura, tomando clases en los talleres de Paula Daer, egresada de la Escuela Nacional Prilidiano Pueyrredón,  y posteriormente  con el profesor Lucas Marín, Licenciado en Artes Visuales, egresado del IUNA, de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, la Prilidiano Pueyrredón y del Instituto Vocacional de Arte Lavardén. En los primeros tiempos incursionó en la pintura figurativa, luego comenzó una nueva serie de obras, las que fueron surgiendo como un juego, a través de collages, transferencias sobre telas, superponiendo plantillas de diseños propios y reminiscencias de aquellas “telas estampadas” tan  atesoradas por su padre.
Hoy, agradece muchísimo poder compartir sus obras con la gente de este lugar tan emblemático para Boedo, como lo es el café “Margot”, y nos explica a lo largo de la exposición que su gusto por la pintura comenzó en la infancia al lado del maestro: su padre, dibujante textil, que amaba esas telas estampadas provenientes de Europa y que él mismo diseñaba y dibujaba sobre negativos de celuloide para posteriormente grabarlas de manera industrial sobre shablones.
Actualmente continúa perfeccionándome en el taller de Ariel Mlynarzewicz, y producto de ello son las acuarelas que presenta hoy, las que reflejan formas abstractas en perfecta armonía, quizás evocando aquellos diseños estampados tan atesorados en su infancia, o quizás conformando elementos celulares de tejidos vivientes de la naturaleza (flores, vegetales, otras).
Nos cuenta que actualmente trabaja a partir de imágenes ornamentales que toman un planteo abstracto, mezclando formas que provienen del estampado textil con  otras de diseño propio. La paleta que utiliza suele ser de colores pasteles con trazos delicados y otra de colores vivaces, pero manteniendo una armonía de formas y tonos. Relata que disfruta también, mucho de sus recuerdos: es así que  realizó una caja-objeto, “el arcón de los recuerdos”, plasmando ahí toda su infancia. Ha concurrido a muchas exposiciones y se ha presentado en varios lugares del barrio de Boedo, mostrando una vasta y riquísima producción artística.
Es una agradecida a la vida. El destino quiso que pudiera construir una nueva casa al lado de la de sus padres, en el resto del terreno de ese viejo almacén de 1896, en el barrio de Boedo en el que creció, formó una hermosa familia compuesta por su esposo Alberto y sus hijos Mariana y Ariel y donde eligió quedarse a vivir hasta el día de hoy.
María Inés Fernández
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